La Intencionalidad de la Ciencia Económica
- Rodrigo Barra
- 2 may 2016
- 3 Min. de lectura
En la mayoría de los programas de estudio de los cursos de Introducción a la Economía que me ha tocado enseñar aparece un autor en común: Paul Samuelson, por lo cual considero que su manual es un buen predictor para determinar cuál es la intencionalidad de la ciencia económica moderna. En la introducción de la parte 2 de su manual Economía (18va edición) señala lo siguiente:

"Nuestra exposición supone que las granjas, las fábricas, las líneas aéreas y las firmas de contadores siempre se esfuerzan por producir con eficacia, es decir, al menor coste. En otras palabras, siempre intentan elaborar el máximo nivel de producción con una dosis determinada de insumos y evitar el desperdicio siempre que sea posible. Más adelante, cuando se decida qué bienes o servicios producir y vender, se supone que las empresas maximizarán también los beneficios económicos." (Samuelson, pág. 106)
A través de esta declaración se puede observar que son tres las intenciones declaradas por la Teoría del Productor: minimizar costos, producir al máximo nivel y maximizar utilidades. En este momento mi objetivo no es explayarme en los efectos de estas tres intenciones teóricas, sino más bien desarrollar el tema de la intención desde la fenomenología de Husserl y aplicarla a esta teoría.
Dejaré de lado un momento el tema de la producción y dedicaré un momento a explicar la intención en los sujetos. Cuando me hablo de intención me refiero al carácter de la conciencia, es decir como se caracteriza la conciencia del sujeto en su aspecto esencial. En síntesis se refiere a la forma que el sujeto percibe su entorno, como va captando y organizando el ambiente donde vive. Es la forma en que se dirige a toda vivencia, toda actitud anímica., generando una cadena sintética de referencias.
Es entonces que se pueden identificar dos procesos determinantes en la intencionalidad: la percepción y la captación del entorno. Hay cuatro formas de percibir algo: los objetos reales, lo objetual o el estado de los objetos, los objetos que no existen y los objetos que es su estado me confunden. Por otro lado puedo captar los objetos de tres modos: como cosa del mundo circundante (objetos que están donde yo estoy), como cosas del mundo general (descripción de un objeto tal como es) y como cosas naturales (atendiendo a lo químico y físico).
Todo lo que percibo tiene una materialidad, por ejemplo el molino en el que produzco harina. Yo puedo describir mi molino como una cosa natural, diciendo que es de madera, cubierta por resina, y que adentro tiene dos piedras de un mineral determinado. Sin embargo, eso no es lo único que percibo; mi percepción tiene una extensión, y esa extensión es la cosidad. Es lo que hace que el molino sea el molino con el cual produzco, el lo que veo, lo que aprehendo al observar ese mundo, lo encontrable.
Esta cosidad se puede dar en un contexto presencial, por ejemplo cuando estoy al lado de mi molino, lo estoy viendo, puedo tocarlo. También puedo representarlo, como por ejemplo en este momento estoy a unos cuantos kilómetros de distancia de mi molino; no puedo verlo, pero si tengo una imagen en mi mente por lo que puedo hacer alguna descripción. Finalmente está el contexto de mentar vacío, que es cuando no he visto el molino, solo puedo imaginarlo. Estas tres cosidades se refieren al mismo objeto, lo único que ha variado es lo objetual, la intención actual que está ligada a la situación.
En síntesis, la intención no significa una relación entre el sujeto y el objeto, sino más bien es el estado de la conciencia. El producto de la percepción está en el acto productivo de la conciencia, la cual es una acción que ejerce su fuerza hacia afuera. De esta forma está la afirmación husserliana que los objetos se cumplen en la percepción. Si no percibo un objeto no puede haber una intencionalidad, por lo tanto el objeto no existe.
Me he dado esta tremenda, pero necesaria, vuelta para comprender la intención de Samuelson y la economía neoclásica en general en su teoría del productor. Lo percibido por los economistas neoclásicos son granjas, fábricas, lineas aéreas, servicios contables, a los cuales se le agrega una extensión: fuentes de riqueza para quienes las trabajan. El resultado es la intención de estos objetos como canales maximizadores de utilidad, para lo cual es necesario producir lo máximo posible al menor costo.

Se puede constatar, entonces, que la teoría neoclásica del productor parte de una intensión subjetiva, entendiendo como subjetivo a la manera de ser del sujeto atendiendo a la organización de sus capacidades. Al tener una intensión la teoría responde al modo en que su autor o autores han aprehendido su mundo. La pregunta que queda en el aire es si es la única forma de captar y organizar nuestro entorno.
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